23 de febrero de 2008

La Manija (by J()§hØ)

Mariela caminaba nerviosa por las callecitas que dibujaban el centro de San Faustino. Apretaba en la mano derecha, que tenía en el bolsillo, el ticket del kiosco donde había comprado los cigarrillos que venía fumando. Siempre pensaba lo curioso que le resultaba el hecho de que le diera culpa tirar un papelito en la calle y sin embargo no le importara dañar su salud fumando, según su mamá, como un “escuerzo”. También le parecía curioso que ni su mamá pudiera explicarle qué corno era un escuerzo. Mariela y su mamá tenían conversaciones así. No podía recordar haber tenido una conversación seria alguna vez, de madre a hija, excepto la del día de su partida. Pero le parecía mejor así. Si algún día se le diera, tendría terror de no poder manejarlo y entrar en crisis. Y ya bastante difíciles estaban las cosas en casa como para que ella les representara un problema más. No... Mejor guardarse sus mambos para ella sola y fumar hasta olvidarlos.
Mariela era una típica chica de San Faustino: no muy alta, carilinda, le gustaba arreglarse aunque siempre viera a las mismas personas. Cuando estaba en casa, se hacía una “colita”. Odiaba su pelo grueso e inmanejable, por lo que sólo se lo peinaba cuando salía. En esto último, era un poco exagerada. Se arreglaba antes de sacar la basura. Los faustinianos se fijaban mucho en lo que hacían sus vecinos. No había mucho que hacer alrededor, así que se entretenían de alguna manera. Esto molestaba muchísimo a Mariela, que sospechaba que nunca iba a poder vivir su vida tranquila si se quedaba allí.
Cuando se fue de su casa, sus padres se opusieron al principio y se resignaron con tristeza después. Ella dijo que quería independizarse. Ellos dijeron que la entendían, pero que quizás debía esperar a “encontrar a alguien” y eventualmente “juntarse” para vivir más tranquila. Finalmente se salió con la suya y se fue a vivir con Vero y Laura, dos amigas del secundario. Había conocido a Vero estando en 4º grado, y desde ahí siguieron juntas hasta graduarse, siempre siendo compañeras de banco. Con Laura no tenía tanta relación, no eran del mismo grupo, pero Vero había hecho buenas migas con ella en el viaje de egresados, durante el cual Mariela se había sentido un poco dejada de lado. Por supuesto que después de 2 años y medio de vivir juntas, el hielo se había roto desde hacía tiempo. Mariela había entrado a trabajar en un cyber cerca del centro y después de unos meses convenció a su jefe para que también contratara a Laura. Vero, por su parte, había tenido el trabajo asegurado desde siempre: era secretaria de su papá.
La casa que alquilaban estaba al fondo de la casa de los propietarios. Quedaba de un lado del centro, mientras que la casa de los padres de Mariela estaba del otro. No muy lejos, teniendo en cuenta lo reducido que era todo en el pueblo. La señora de adelante no tenía mejor cosa que hacer que espiar por las cortinas semitransparentes de su casa, cada vez que una de las chicas pasaba por el pasillo de lo que en algun tiempo remoto fuera un garage.
Mariela se sentó afuera del Banco de la Provincia, mientras pensaba todo esto. Los nervios no la querían dejar en paz. Había estado ensayando en su mente las palabras que les iba a decir. No quería llegar a casa sin estar decidida y segura de lo que iba a hacer. Ya había tenido la intención de hacerlo un par de veces ese año, pero nunca lo lograba. Los nervios la vencían. Se repetía a sí misma que eran sus amigas, que tenían que entender. Que, a fin de cuentas, ya la conocían como persona. Que nunca las había molestado, que no era fácil para ella llevar esa situación en silencio y que lo mínimo que esperaba de ellas era, si no aceptación, al menos tolerancia. Lo que para ella era tan simple, la llevaba a hablar de manera acartonada y difícil. Pero ésto no le parecía cómico. Más bien, le daba bronca y tristeza que tuviera que ser así.
Ese día había amanecido con dolor de cabeza y en el trabajo se le había bajado un poco la presión. Un cliente se quejó porque dijo que lo había atendido mal, pero su jefe no le dijo nada cuando vio lo pálida que estaba. Faltando más de 3 horas para irse, la dejó ir. Mariela temía que quisiera cobrárselo después. Tenía fama de “viejo verde” pero con ella, por suerte, no se había propasado. Según Laura, que ahora se encontraba de vacaciones descansando en casa, tampoco se había portado mal con ella.
Mariela se levantó y siguió caminando. Le quedaban apenas un par de cuadras y un hormigueo le recorrió todo el cuerpo. Tenía la idea de llegar, sentarlas a las dos y decírselo sin rodeos. Si le salía mal y terminaba descubriendo que se había equivocado en confiar, todo San Faustino se iba a deleitar con los chismes de su vida privada. Muchos de ellos, seguramente inventados o exagerados.
Buscó la llave en su riñonera y abrió con el mejor pulso que pudo. Caminó hacia el fondo esperando encontrar a la vieja de adelante en la ventana, pero no estaba. Seguramente no la esperaba a esa hora y estaría durmiendo la siesta.
Respiró hondo y abrió despacito la puerta de la casa. No dijo nada. Cerró con suavidad, se sacó la riñonera y la dejó sobre la mesa. Las chicas, al parecer, no estaban. Pensó que el destino le jugaba una broma. ¡Tanto planificar para que las cosas no le salieran como esperaba! Se fue, cansada, a sacarse las zapatillas en su pieza. Laura era maniática del orden y ella la respetaba.
Cuando entró en la habitación, se asustó; las chicas estaban ahí y creyó que estaba sola en casa. Notó algo raro, se sentía todavía un poco mareada. Las saludó y ellas se quedaron mirándola, pálidas como si hubiesen visto un fantasma. Mudas, inmóviles. Vero se empezó a reír, nerviosa. Entonces, Mariela se dio cuenta. La ropa interior de las chicas estaba tirada por todo el suelo. Mariela no adivinaba si estarían vestidas, porque las sábanas las tapaban... a las dos. Estaban en la misma cama, abrazadas. No supo qué decir. Se dio vuelta para volver a salir, sin decir una palabra, mientras Laura se tapaba la cara con la almohada. “No te vayas”, dijo Vero. “Tenemos que hablar”.

(by J()§hØ)

"La revolución empieza por casa."

21 de febrero de 2008

¿Anticuado?

¿Cómo son las cosas hoy en día? ¿Cómo se interrelaciona la gente jóven? ¿Cuáles son sus costumbres y sus rituales? Suena un poco (muy) estúpido, pero me siento viejo. Siempre me sentí viejo, porque nunca formé parte demasiado activa de la juventud pispireta y atolondrada. Sí, tuve mis cosas en algún momento, pero cuando empezaba a divertirme, me decepcioné de un par de cosas y (extrasensiblero, melodramático, exagerado como soy), le corté el rostro a mi vida social. ¿Se supone que deba “recuperar el tiempo perdido” antes de que “sea demasiado tarde” y me arrepienta cuando “mire hacia atrás”? Si estuviera expresando todo esto con la palabra hablada, haría el gesto de “comillas” con los dedos. ¡Qué lo parió! ¡Me quedé en los 90’s y nunca encontré la salida!

Tendré que hallar una salida de emergencia.
"La mayor desgracia de la juventud actual es ya no pertenecer a ella."

10 de febrero de 2008

El Compromiso II


El 10 de febrero de 2007 fue un día muy especial. Me comprometí a cambiar, en el plazo de un año (que ya venció), algunos aspectos específicos de mi vida que me traían muy mal. Ahora, después de todo éste tiempo, los resultados no fueron del 100% logrado, pero tampoco fueron demasiado desalentadores.

- Conseguir un trabajo: Si bien no conseguí un trabajo estable, al menos puedo decir que tuve una experiencia... Duré una semana como recepcionista de un hotel antes de que me hecharan por hacer todo mal. Pero me sirvió, y mucho.

- Mejorar mi autoestima: Este es, probablemente, el punto en el que tuve más éxito. Me falta todavía un poco de seguridad, pero aprendí a sentirme muy bien conmigo mismo y eso me trajo mucha fuerza.

- Mejorar mi salud: En éste tiempo hice algo que creí que nuca iba osar hacer... Fui al dentista; varias veces. No sólo eso, también pasé por el oculista, que me hacía mucha falta. Además hice algo de ejercicio (durante unos cuantos meses, después, sinceramente, fui perdiendo el hábito).

- Mejorar mis relaciones sociales: Volví a tomar clases de salsa y tango y eso me ayudó a conocer algunas personas nuevas y a socializar mucho más. Y, si el amor entra en ésta categoría, tengo que decir que estoy mejor de lo que nunca había estado con mi pareja. Por otro lado, me alejé mucho de mis amigos sin saber bien por qué.

Ahora, no puedo abandonar éste compromiso conmigo mismo. Tengo mucho por hacer. Ya verán, el 10 de febrero de 2009, cómo sigue la cosa. Por ahora, me siento muy bien.

Habrá que seguir con la fiesta.

"El deseo vence al miedo."