El otro día iba con mi amiga Vanesa por la calle, quejándome de mis problemas (las pendejadas de siempre) y a modo de consuelo, Vanesa me dijo "Bueno, vos tenés que pensar que tus problemas no son nada comparados con los de otras personas". No terminó de decirlo, cuando un hombre en una esquina, nos para y nos dice "Discúlpenme, no los quiero molestar, ¿no tendrían unas monedas?". Le dí lo que tenía, y cuando amagamos a irnos, el señor nos dijo muy angustiado "Discúlpenme, en serio, a mí no me gusta molestar a la gente, es que...". Se puso a llorar y como pudo, nos resumió en 30 minutos, la historia de como su vida se había convertido en un infierno. Se llama Ulises y tiene 44 años. Encontró a su mujer con el amante en la cama... ahora ella se quedó con el departamento y el amante, y lo hechó a la calle. Sus hijos hacen como si no existiera. Tiene una hermana que no lo ayuda en nada con la excusa de que esta casada y tiene que ocuparse de su familia. Tenía un hermano... al cual encontró muerto hace poco, después de haber ingerido una botella de alcohol etílico. Perdió su trabajo. Tiene problemas del corazón y una mano paralizada. Pide monedas en la calle, y en más de una ocasión, grupos de adolescentes lo golpean... sólo por estar ahí. También nos mostró una puñalada que le hicieron unos chicos en la calle. Mientras continuaba llorando desconsoladamente, nos contaba que estuvo a punto de ahorcarse hace poco, ya no le encuentra el sentido a vivir. Lo que más nos sorprendió a Vanesa y a mí, es que la mayor necesidad que este hombre tenía, era la de ser escuchado... no la de alimentarse, ni beber. El mismo nos lo dijo. Finalmente nos despedimos de él, ya era tarde y si no se apuraba, no llegaría a comprar algo para comer antes de que cerraran.
Vanesa... tenías razón, mis problemas son insignificantes.
"...lejos, allí
donde el campo florece, debo morir y desaparecer."
